Como aquel Anuncio
Y entonces comenzó el estruendo. La guerra y su silencio. La gente salía a la calle sin entender muy bien por qué, pero todos abandonaban sus casas u oficinas y gritaban como si estuviesen locos. Parecía el momento indicado para asaltar las tiendas, conservar los mejores productos de cada establecimiento. Entrar sobre todo a librerías o discotecas. Pero no lo hice, simplemente observé a quien escapaba sin cuestionarse siquiera si existía algún indicador de peligro, alguna alarma. Alaridos resonaban entre avenidas y viaductos. Me percaté de que así es todas las mañanas. Señas entre gestos y rostros repiten insultos hasta que el primero da el golpe. De ahí, una reacción en cadena. . . como todo en el mundo, reacción en cadena . . . como aquel anuncio.

