“El rol de la vida es el de insertar indeterminación en la materia. Indeterminadas, quiero decir imprevisibles, son las formas que ella crea a lo largo de su evolución. Cada vez más indeterminada también, quiero decir cada vez más libre, es la actividad a la cual esas formas deben servir de vehículo” (Henri Bergson, 139)No pretendo aquí construir imaginarios a partir de in-formaciones tergiversadas. Cuando escuché su voz, la despedida, era ya demasiado tarde. Pareciera una necedad, lo sé, intentar fijar el recuerdo de aquel adiós y proyectarlo a un futuro como método de justificación, útil para mitigar la ansiedad. También resulta un tanto obstinado de mi parte condescender ante el miedo de no verla de nuevo, incluso anticipando unas lágrimas más pesadas.
Cuando pensé que podría imaginarla sola, recordé su belleza y me alegré por el mundo que la experimenta. Mi espíritu ahora carece de determinación gracias a saborearme contagiado por el impulso emanado de sus labios. Ella también lanzó sus raíces sobre mí, y los rizomas por sí mismos se han conformado. En otras palabras, encontrarme con ella en mi vida me ha liberado.

