Continué con mi destrozo. Forcejé una y otra vez con la puerta hasta creer que le había otorgado tumba.
Una vez quebrado el cerrojo, mis pasos son cautos del tiempo. Cautivo el minutero. Todo el mundo duerme, o eso creo.
Las riquezas no me pertenecen sin impedir aquello su asimilación. Urjo el ojo ante su belleza.
Mi costal es pequeño, mis jornadas ordinarias, mis sueños, como todos, soñados. Abandono el intento y el hogar perpetrado, mi robo pasa desapercibido.

