"Mira formas concretas que buscan su vacío.
Perros equivocados y manzanas mordidas.
Mira el ansia, la angustia de un triste mundo fósil
que no encuentra el acento de su primer sollozo"
(García Lorca, Nocturno del Hueco)
La mente de quienes antaño fuéramos nombrados interlocutores, calla, hoy, un maravilloso discurso:
Al devenir del silencio en asfixia, de la aparición de una aureola tras la caída, y la distancia atacando los cuerpos con violencia antes inadvertida, quizá, al día, ¡ha transcurrido el tiempo suficiente para permitir la conquista del olvido sobre lo dicho o hecho de más! Sobre lo restante. Sobre cada una de nuestras boberías, caprichos, formas. Desenfundar necedades. Sobre lo ignorado, robado, cubierto con manta de ministerio . . . sobre los residuos sin administración, los recursos sobrevaluados y sobre nosotros, los usuarios.
Miremos con detenimiento, ¿qué nos sobra? Imposible interpretar cada uno de sus actos, definitivamente, ¿por qué no colgar una cruz sobre la cabecera?
¡Calla en la calle y en la habitación! ¡Habla en el confesionario, cuéntale todo a tu hermano!
Llamaron a expertos en Genealogía. Corren rumores en torno a una falla discreta, escudriñan entre callejones, raíces, bulbos, escuchan algo similar a un error en el sistema, como durante aquella gran guerra de nombre enterrado y número irracional.
(Ardieron murallas, rascacielos cayeron en lo que muchos creímos como un juego mediático . . . parques y cementerios, esfumados. Escuelas, exoneradas por un haz de soldados armados de luz. El grito de la cámara de televisión huía del derrumbe del templo, la llorona seguía clamando ahora desde espectaculares, disfrazaba a la chamaca y al chamuco de asombro, maquillaba las lágrimas sobre los espectadores atentos. Mientras tanto, los inversionistas se lanzaban por la ventana y los escombros de las columnas ya en pulmón. . . la marcha bien articulada pero sin rumbo fijo, ¿en qué lugar irá a sembrar este batallón su siguiente sombra?)
El petróleo, reclamado como miembro del público en cada esquina, en cada estado, prefiere no tomar partido.
Los museos son saqueados; sus inquilinas, violadas; ¿y qué decimos? Nada.
Perdemos el apetito y dejamos de conversar con los colores. No escuchamos la pregunta, ni el aliento azotar la bandera.
Me cuestiono qué opciones tendremos durante las próximas elecciones. Si llegaremos siquiera a una casilla o nuestra credencial de elector mantendrá su vigencia. Si la cifra reemplazará al plástico o si ya lo hizo desde hace años.
Abro el sierre.
Perros equivocados y manzanas mordidas.
Mira el ansia, la angustia de un triste mundo fósil
que no encuentra el acento de su primer sollozo"
(García Lorca, Nocturno del Hueco)
La mente de quienes antaño fuéramos nombrados interlocutores, calla, hoy, un maravilloso discurso:
Al devenir del silencio en asfixia, de la aparición de una aureola tras la caída, y la distancia atacando los cuerpos con violencia antes inadvertida, quizá, al día, ¡ha transcurrido el tiempo suficiente para permitir la conquista del olvido sobre lo dicho o hecho de más! Sobre lo restante. Sobre cada una de nuestras boberías, caprichos, formas. Desenfundar necedades. Sobre lo ignorado, robado, cubierto con manta de ministerio . . . sobre los residuos sin administración, los recursos sobrevaluados y sobre nosotros, los usuarios.
Miremos con detenimiento, ¿qué nos sobra? Imposible interpretar cada uno de sus actos, definitivamente, ¿por qué no colgar una cruz sobre la cabecera?
¡Calla en la calle y en la habitación! ¡Habla en el confesionario, cuéntale todo a tu hermano!
Llamaron a expertos en Genealogía. Corren rumores en torno a una falla discreta, escudriñan entre callejones, raíces, bulbos, escuchan algo similar a un error en el sistema, como durante aquella gran guerra de nombre enterrado y número irracional.
(Ardieron murallas, rascacielos cayeron en lo que muchos creímos como un juego mediático . . . parques y cementerios, esfumados. Escuelas, exoneradas por un haz de soldados armados de luz. El grito de la cámara de televisión huía del derrumbe del templo, la llorona seguía clamando ahora desde espectaculares, disfrazaba a la chamaca y al chamuco de asombro, maquillaba las lágrimas sobre los espectadores atentos. Mientras tanto, los inversionistas se lanzaban por la ventana y los escombros de las columnas ya en pulmón. . . la marcha bien articulada pero sin rumbo fijo, ¿en qué lugar irá a sembrar este batallón su siguiente sombra?)
El petróleo, reclamado como miembro del público en cada esquina, en cada estado, prefiere no tomar partido.
Los museos son saqueados; sus inquilinas, violadas; ¿y qué decimos? Nada.
Perdemos el apetito y dejamos de conversar con los colores. No escuchamos la pregunta, ni el aliento azotar la bandera.
Me cuestiono qué opciones tendremos durante las próximas elecciones. Si llegaremos siquiera a una casilla o nuestra credencial de elector mantendrá su vigencia. Si la cifra reemplazará al plástico o si ya lo hizo desde hace años.
Abro el sierre.
Por confinar mi voto a la ignorancia, la mediocridad me recrimina. Por lo pronto, tomo el camino del exiliado por vientos, si bien vacíos de lexia, briosos sobre éste, su único cuerpo.

