Tren de la capital a la ciudad del oeste

Más allá de la ventana se suceden como los días
las casas, las aulagas, los postes, las tablas bajo las vías.
Yo observo ensombrecido de pronto por la estrechez del camino
iluminado en otros instantes por la luz que cae desde un cielo despejado
con la vista atrapada por cualquier árbol, ortiga o cabeza de ganado
irrumpiendo en las repeticiones cromáticas de los vergeles.

De pronto se abre el camino multiplicándose el acero
y por alguna razón absurda, y por lo mismo romántica,
me gustaría estar escribiendo estas líneas desde aquél vagón abandonado
con un cigarro entre los labios, quiescente mientras enfrente
los trenes rompen el aire violentos, llenos de sueños, promesas perdidas, y miradas ahogadas en hastío.