Vamos

para Joyce, sentado en Banhofstrasse

Una y otra vez caen sobre el cuerpo
del débil los ojos de las aves de rapiña,
de los signos que terminan toda forma
con un delicado retoque imperial.

Ahí van de nuevo, vienen
y con los años ensombrece entre hueso
la carne, y la eminencia
tarde o temprano
secreta un apestoso destino.