“Dando un salto fuera de las aporías en que vegetaba su inteligencia, pasa del embotamiento a la exultación, se eleva hasta un entusiasmo alucinado que volvería lírico el mineral, si aún hubiera mineral. Ya no hay consistencia en parte alguna , todo se transfigura y se esfuma; sólo él permanece, frente a un vacío triunfal.”*Después de escuchar, le pregunté por Dios. O todos los espejos de mi casa están muy llenos de polvo y de pasta de dientes salpicada y petrificada por el paso de los meses, o, por el contrario, mis expectativas son muy altas. Él no contestó. Sólo me dijo algo de ser nada, o no ser nada. Debatimos un poco sobre cómo se decía, sin llegar a un acuerdo.
(¿Ya prendí el gas?)
Después se despidió. Hoy es domingo y comeré con mis padres. Decido tomar un baño y cambiarme la playera, lleva aferrada a mi dorso desde el viernes. Supongo que también tengo que ponerme pantalones. ¡Qué hacer!, y él ya se ha ido hablando de un vacío truinfal sin explicar nada sobre Él, ni su reemplazo.
* (Emile Cioran, La Caída en el Tiempo, 69)

