“Su conciencia, semejante a la de Macbeth, está devastada; también él ha destruido el sueño, en el que descansaban las certidumbres. Estas despiertan y vienen a asiduarlo y trastornarlo y, en efecto, lo trastornan, pero, como no se rebaja hasta el remordimiento, contempla el desfile de sus víctimas con un malestar aliviado por la ironía” (Cioran, 67)."¡Hah!" - y azota la mano sobre la mesa de madera que, como la furia impulsando su arrebato y terquedad de viejo, cruje. Ambos, el mueble y el hombre, se encuentran hinchados de pasado. El hombre ha espantado a su hija tras golpear la superficie del otro, el mueble. Al verla temblar, se encoge de hombros y reniega ante su ira. Sustituye su ira y la presencia de aquellos a quienes afectó -la hija y el mueble-, por una dosis de culpa. Sube a su cuarto y cierra con llave.
¡Pero vaya si ha comido! Dormirá toda la tarde. Que en paz descanse.

