Mangos

. . . me dijo que tenía el tobillo lastimado y del tamaño de un mango y también un par de mangos en el refrigerador, pero que no se los podía comer porque le recordaban a mí y le hacían llorar. ¡Pobre de ella! Son tan buenos, los mangos. Ella también. Y su tobillo, bello. Mangos ambos, los mangos y ella (inclusive su tobillo hinchado, incluso yo, de pasado empachado).