Sin Vergüenza
Andar no requiere de pies, mucho menos de aliento. Ahora -quizá- el respirar resulta lacónico. No existe sino una ilusión detrás de cada persecución, y cuando uno llega a la meta, entonces las cadenas comienzan a surtir efecto. La causa, por supuesto, la desconozco. Supongo que habré, a partir de hoy, olvidar tanto la tensión como la preocupación, pues aparece la vergüenza y su falta.

