A un lado de la ventana
Todo sucede mientras, desde el este, un temporal azota el llanto de un ídolo, y su reflejo permanece encendido y humeante en el cenicero, al otro lado. El mundo en bálsamo no traspasa el cristal. Las ramas agitan en aplauso lo colado entre sus hijas, detrás de las cortinas. Con la mordida ya procesada, bebo la manzana y cruzo el portal de la madrugada, aventando un filete al cancerbero, para que deje de ladrar de una vez por todas.

