Jamás abandonar el amanecer,
párpados bien distantes
y los ojos lagos e islotes
de luz sobre su superficie.
Gesto de hechizo.
Susurra corriente
atravesando el apartamento.
Escucho a las aves de mar,
han vuelto tras el invierno.
Una gaviota sobrevuela las chimeneas.
La sigo con la mirada.
Ya no juego a imaginarle rutas de vuelo posibles,
a inventarle desenlaces a su libertad.
La sigo con la mirada
solamente, hasta que se hunde
detrás de las trincheras de barro.
Una ciudad junto al mar.
Lectura de mensajes en la arena,
a la espalda la sombra
de la roca que algún día fuera fuerte.
Un acorazado que coquetea con otro
sobre los labios del océano
al final del estuario.
De regreso al callejón
y los mensajes de humo.
Algunos granos en la bolsa.
Corriente para la computadora.
Imaginación, y pereza para realizarla.
Ya no sirve de nada.
Me gustaría escuchar de ella no un grito,
tan sólo un gemido.
Su mano detrás, en la base de mi cuello.
Me retuerce la muñeca, mancha
el cuaderno hasta quedar satisfecha.

