Oban

El mar cristaliza el sol en la boca
de la "Pequeña Bahía".
Sobre el agua se imponen pétreos
los críos del cortejo entre el fuego y el hielo.
Me siento sobre una de esas rocas
a la que he llamado casa.
Muy lejos de mi país natal,
más aún de la piel al sur de su frontera más cercana
quien se acaricia entre las olas
de un océano que no es el que miro.
En ocasiones el mundo pareciera pequeño,
más incluso que ésta bahía,
sujeto a la palma de una mano sedienta;
otras, simula un universo en sí mismo
implotando en cada uno de los deseoso
que lo habita.
El viento arbitra los juegos
luminosos de la superficie
hasta que el cielo, celoso, bloquea su caída.
Las islas delante me recuerdan
nuestra condena la soledad
oculta entre palabras, gemidos, danzas y sonrisas
de fotografía.
Como aquellos sobre mi testa vuelo
lejos del agua,
pues nunca será mía.