Me he quedado huérfano de esperanza –
y no es cosa mala
ni buena;
tampoco hueca,
por lo menos no de sonidos.
¡Miren que sí resuena!
TOC)))))
toc)))
tc))
)
Si algún día la esperanza
rompió dentaduras con su poma áurea,
aún cuando fuera ésta un
trofeo bien merecido por su belleza,
sobre todo por la sutileza del soborno,
ya ahora no merece babas
ni espermas de trompas yermas,
ni siquiera una chaqueta:
¡que muera de frío!
que muera empalada
rajada de tan árida.
Tan tan,
no más vara para la esperanza
purulenta de tanta lisonja,
tan tan,
se acabó.

