Noche más de engaños

Mis pies fríos contra sus plantas,
tibias.
La amargura de las últimas semanas
si bien latente
derrotada por la necesidad inmediata
de un mínima pero
nada dócil dosis de dulzura.

Dejo caer mi mano
casi automáticamente sobre su vientre.
Parecieran las patadas erráticas
de la esperanza.

Sus ojos, cerrados, no han perdido su brillo.
Su semblante leve
coludido entre sueños
aún conserva su fiereza.

Por un segundo su aroma no revienta
desde mis fosas hasta mis venas.
Se extiende y por otro más
su figura la fruta dorada
que fuera en la contienda de ayer.

Intento ser vencido por Morfeo,
llevarme más allá de la consciencia
de la carne éste momento.
Pero no puedo.

Destartalados mis ojos.
Desajustadas mis extremidades.
Entonces me levanto
y comparto la vigilia selenita
sobre la vasta angina que es mi insomnio.