Suites de Bach en St. Giles

La mujer abre la piernas
y entra el violonchelo.
El sonido desnuda a los colores
del vitral a espaldas del púlpito
chorreando de gracia al calvario.
Los morados, los azules, los rojos,
el negro,
atraviesan la nave y visten
de caricias a la mujer sentando a mi lado.
A sus ojos siempre obedecieron
como vasallos de un tirano
el ambar y la esmeralda.
Quizá también el negro.
Helena, la guerra ha comenzado,
y la culpa es toda tuya.